RESEÑA HISTORICA
, Los métodos de lucha aplicados contra los insectos dañinos no se han perfeccionado hasta una época reciente, casi contemporánea. Para luchar contra las polillas del racimo, y otras plagas en general, todavía se empleabanace poco más de un siglo, recetas que participaban a la vez de la magia, la hechicería y la imprecación divina, brillantemente descritas por BALACHOWSKY (1951) fórmulas secretas, conservadas celosamente de familia en familia y legadas como un talismán, a los próximos y a los descendientes, formaban la base de una farmacopea oscura, donde se encontraban casi siempre mezclados el azufre, el mercurio (azogue), el vinagre, el betún, la cal, la pez, aceites y grasas diversas, la nogalina, el tabaco y las hierbas más variadas. Estos ungüentos, pomadas, infusiones decocciones, elixires se repartían sobre las plantas enfermas o sobre los insectos a destruir, y numerosos charlatanes no faltaban en exhibir su talento entre nuestros crédulos lugareños . En 1813, Decoueric aconseja la utilización de fuegos crepusculares contra la Piral de la vid escucharán un revoloteo en el aire y el ruidito que provocan las mariposas al quemarse, junto al que sus cuerpos expirantes o sin vida producen en su caída . En 1818, M. Deschamps, habiendo observado que las cepas situadas en las inmediaciones de las grandes rutas eran raramente atacadas por las orugas, aconseja repartir por las viñas en la buena temporada el polvo de los caminos (...). En 1860 para luchar contra la Cochylis (Clysia ambiguella Hb.), Marchisio de Turín impregna las yemas de viña, bien con una decocción de hojas de saúco adicionada a una mezcla de hollín y de áloe (Nombre vulgar de las plantas del género Aloe (Liliaceae) o de la sustancia resinosa amarga obtenida de las mismas, también llamada acíbar, de uso en medicina), bien con una decocción de hojas de tabaco mezclada con miel
Hasta el inicio del siglo XIX, en el espíritu de nuestros paisanos, las invasiones de insectos, sobre todo cuando se manifestaban con una brutalidad insólita (como es generalmente la regla), tenían una causa sobrenatural y se debían, bien a un sortilegio echado por hechiceras, envidiosos, incrédulos, bien a una punición infringida por la cólera celestial (...). A lo largo de la Edad Media, y en los siglos que seguirán al Renacimiento, se encuentra en los archivos episcopales de los diferentes países de Europa Occidental (Francia, Alemania, Suiza, Países Bajos, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Irlanda, España, Italia) la traza de numerosos "procesos" dirigidos por la Iglesia contra los insectos dañinos considerados como los enviados de Satán sobre la tierra, y cuyos perjuicios no podían ser evitados sino por las plegarias públicas, las penitencias, las procesiones, las abluciones, el agua bendita, y en fin, por un procedimiento de excomunión cuando las cosas tomaban un real carácter de gravedad (...). En 1562 los viñateros de Argenteuil, hacen, por orden del obispo de París, plegarias públicas con exorcismos sin salir de la iglesia para cazar los "besianos seu diablotinos, luysetos becardos!" (Voces coloquiales gálicas (patois) de la época, aludiendo al carácter maligno, perverso y demoníaco de las polillas del racimo). En 1612, el mismo procedimiento es empleado para luchar contra la Piral (Sparganothis pilleriana Hb.) por los viticultores de Colombes donde Monseñor De Gondy ordena en el mes de mayo una procesión alrededor de la iglesia y en los viñedos de los alrededores. En 1746, la Piral arrasa los viñedos de Aï y Romanèche, y es de nuevo a la clemencia divina a la que la población implora para parar los daños. En Troyes y en los viñedos de Champagne, numerosos "procesos" son hechos en el transcurso de los siglos XVI y XVII a la Cochylis
Control Cultural
Las prácticas culturales en el viñedo pueden afectar indirectamente a las poblaciones de L. botrana, bien incidiendo en sus estados de desarrollo, bien modificando su comportamiento. Su efecto es conocido desde años atrás. MARCHAL (1912), observaba que los espolvoreos de los racimos disminuían apreciablemente las puestas sobre los mismos, si bien esto sólo ocurría cuando las hembras se encontraban ante una situación de elección con racimos no espolvoreados. El polvo (azufre, cal) inhibía el reflejo de puesta (ie. al igual que lo observado con el polvo de los caminos), al modificar la superficie lisa de las bayas, pero de no estar disponible un substrato alternativo, la deposición se producía igualmente. VOUKASSOVITCH (1924) ya recopilaba las prácticas culturales que interaccionan con el desarrollo de L. botrana, por su acción directa, o modificadora del microclima:
1) La poda y la conducción de la vid, aconsejando las que facilitan la aireación de los órganos fructíferos.
2) El deshojado, aún practicado en la actualidad en determinadas zonas. Respecto a esta práctica, GONZÁLEZ DE ANDRÉS (1935) sugería que la letalidad de la defoliación sobre la polilla era atribuible a la exposición directa a los rayos solares de los huevos, que acaban desecándose. Además, se hacían más efectivas las pulverizaciones de los racimos (GARCÍA LÓPEZ, 1929; VOUKASSOVITCH, 1924). Consideraciones análogas son extensivas al desnietado.
3) El pinzado y la poda en verde, desfavorables al promover brotaciones vigorosas que encerraban los racimos.
4) El riego, desfavorable bajo ciertas condiciones, al ser atraídos los adultos por la humedad.
5) El amugronado (Ensarmentado o acodado de la vid) y el acollado (Cubrir con tierra el cuello y parte inferior del tronco de las plantas leñosas, en particular de las cepas de vid), aconsejándolas como muy favorables. En este sentido, FEYTAUD (1924) en base a observaciones propias y de otros autores, señala que dichas prácticas culturales favorecen el desarrollo de micosis sobre las crisálidas invernantes en las cepas.
6) La diferente susceptibilidad de las variedades en función de la compacidad de sus racimos, indicando asimismo que los híbridos productores directos eran en general poco atacados.
7) La época de vendimia, al eliminar con la recolección las orugas de tercera generación que no habían abandonado los racimos para crisalidar. En este sentido, GONZÁLEZ DE ANDRÉS (1935) sugería además el adelanto de la vendimia, para reducir la incidencia de la plaga. Éste no es un procedimiento descartable, especialmente si el riesgo de podredumbre es elevado, por la meteorología del año. Sin embargo, si lo que se pretende es una producción encaminada a conseguir un vino de calidad, al menos teóricamente no debería supeditarse la fecha de vendimia a la incidencia de los parásitos y, en cualquier caso, debe buscarse una solución de compromiso.
La destrucción de malas hierbas y malezas circundantes al viñedo, por quemado o alzado, especialmente si estas constituyen hospedadores alternativos (GARCÍA LÓPEZ, 1929), parece una práctica evidente a seguir, pero probablemente de dudosa efectividad.
En conclusión, las prácticas reseñadas pueden tener, en grado variable, una incidencia a valorar sobre las poblaciones de L. botrana, pero en ningún caso han supuesto un medio de control efectivo.
Control Químico
Desde finales del siglo XIX e inicios del XX, el descubrimiento y empleo del pelitre (Nombre vulgar de las plantas Anacyclus (= Anthemis) pyretrum (L.) Link y Chrysanthemum (Pyrethrum) cinerariaefolium (Trev.) Vis. (Compositae), cuyas flores desecadas y trituradas constituían la base de la piretrina insecticida del mismo nombre), supuso un primer freno a las pérdidas catastróficas registradas antaño. Poco más tarde, la aparición del arseniato de plomo (y en menor medida otras sales del ácido arsénico) y de la nicotina, consolidó una incipiente base de protección contra las polillas del racimo, a la que pocos años más tarde se incorporaría también la rotenona (Principio activo con propiedades insecticidas, obtenido de las raices de las plantas del género Derris (Papilionaceae)). Sin embargo, la elevada toxicidad de los preparados arsenicales, cuyos residuos alcanzaban, a veces, niveles intolerables en los vinos, hizo que se reservaran para la primera generación, utilizándose las soluciones jabonosas de nicotina y pelitre en las generaciones estivales (GONZÁLEZ DE ANDRÉS, 1935; GARCÍA LÓPEZ, 1929), todo regulado por una primaria normativa legal en la mayor parte de los países vitícolas (BOVEY, 1966).
Pero es a raíz de la II Guerra Mundial, cuando tiene lugar un enorme desarrollo de la industria química, lo que genera la aparición de los primeros insecticidas orgánicos de síntesis. En 1939 se reconocen las propiedades insecticidas del DDT y de otros organoclorados y un año más tarde aparecen, casi simultáneamente, los primeros organofosforados en Alemania y los primeros carbamatos en Suiza. A partir de aquí, su empleo se generalizaría de tal forma, que tan solo 6-7 años después (1946) se pone de manifiesto la primera resistencia en la mosca doméstica. acción diferente (no neurotóxicos ni inhibidores de la respiración). Señalar los reguladores del crecimiento de insectos (RCI) entre los que se encuentran los miméticos e inhibidores de la hormona juvenil (juvenoides y precozenos); los inhibidores del crecimiento de insectos (ICI) entre los que cabe señalar los inhibidores de la síntesis de quitina y los ecdysoides; y los insecticidas biológicos preparados a base de microorganismos o de sus toxinas.
La lucha química contra L. botrana normalmente se desarrolla como sigue. En primera generación el control es, a menudo, innecesario. Sin embargo en los viñedos en los que las poblaciones son siempre muy elevadas, puede efectuarse un tratamiento preventivo de mayo a inicios de junio. Los tratamientos curativos son también posibles si la decisión de intervenir se toma más tarde y si el seguimiento de la población indica su necesidad. En segunda generación, la lucha es fundamentalmente preventiva, tratando antes de que las larvas penetren las bayas. La lucha curativa es también posible con productos penetrantes, aunque a menudo menos eficaz, al estar las larvas protegidas en el interior de los racimos.
Control Biológico
Se incluyen aquí los métodos de control que se basan en el uso racional y dirigido de los enemigos naturales, empleados hasta la fecha en L. botrana.
El empleo de B. thuringiensis es, en la actualidad, el único método de control satisfactorio de que se dispone. Los primeros ensayos de aplicación, tanto en condiciones de laboratorio como de campo, demostraron ya la efectividad de la bacteria y/o de sus toxinas (ROEHRICH, 1964, 1967a, 1968, 1970a). Esta podía incrementarse por la adición a los preparados de azúcar al 1%, que actuaría como fagoestimulante y aumentando la persistencia, al reducir el lavado del producto (SCHMID et al., 1977; ROEHRICH y SCHMID, 1979). Con las formulaciones actuales la efectividad obtenida oscila entre el 75 y el 90%, e incluso a veces superior. Bajo condiciones meteorológicas favorables, resulta tan efectiva como los insecticidas convencionales (cf. ROEHRICH y BOLLER, 1991).
El control mediante virus no ha sido objeto de investigaciones sistemáticas, por lo que su interés aplicado permanece oscuro. En ensayos de aplicación en condiciones de campo en la ex Unión Soviética, de un virus de la granulosis, Baculovirus orana, se han obtenido, sin embargo, buenos resultados, con una eficacia del 60-100% (CHKHUBIANISHILI y MALANIYA, 1986).
La producción y liberación de Hymenoptera parásitos de huevos (Trichogramma sp.), ha alcanzado el nivel de experimentación en campo en varios países. Las especies con un mayor interés aplicado a L. botrana y objeto actual de estudio, son T. evanescens West., T. cacoeciae Marchal y T. daumalae Dug. y Voel. (BABI, 1990; ROSSI, 1993). Otra especie, Trichogramma (= Oophthora) semblidis Auriv. ha sido citada desde antaño como parásito natural de L. botrana (FEYTAUD, 1913), pero de manera poco específica.
Sin embargo, el método tardará previsiblemente en poder aplicarse, porque quedan por perfeccionar y resolver determinadas cuestiones como, rentabilizar la cría en masa, el control de la diapausa, el mantenimiento del parásito a niveles adecuados en el cultivo, la perfecta coincidencia temporal hospedador-parásito y la optimización de los sistemas de liberación en el viñedo, entre otras.
Control Autocida
El método preconizado por KNIPLING (1955, 1959), para el control de especies con reproducción sexual, aportó una línea novedosa en la protección contra plagas. Se basa, no en incrementar la tasa de mortalidad de la plaga (vgr. insecticidas), sino en reducir la tasa de natalidad, limitando así las explosiones poblacionales del insecto derivadas de su elevado potencial biótico.
Para ello se liberan en el agrosistema a controlar (o producen in situ) individuos estériles y/o portadores de genes letales o subletales, producidos mediante su exposición previa a agentes mutagénicos (rayos gamma y quimioesterilizantes) o genéticamente, mediante cruzamientos interespecíficos. De esta manera, si una cierta proporción de los miembros de la población presenta esterilidad, la capacidad reproductora de la misma declinará, y si la relación entre individuos estériles y fértiles alcanza un determinado valor, la reproducción cesará completamente en un plazo calculable matemáticamente. Es importante señalar que sólo la relación entre los individuos estériles y fértiles en la población, y no sus efectivos actuales, determinará la evolución cuantitativa de la misma.
Condiciones limitantes para la efectividad del método autocida son, 1) la competitividad de los individuos estériles, al menos en un grado igual a los fértiles, 2) la inmigración, 3) que tras el acoplamiento la hembra pierda la receptividad y ovoposite normalmente En este sentido, tanto la poliginia como la poliandria son factores modificadores de la eficacia.
El método autocida se ha desarrollado especialmente, con una eficacia comparable a la del control químico, en Cydia pomonella L. En otras especies de Tortricidae, los resultados no han sido los esperados (Adoxophyes orana F.R., Choristoneura fumiferana Clem.), o no han sido comprobados en condiciones de campo (Zeiraphera diniana Guen., Grapholita molesta Busck), (BUTT, 1991). La aplicación a Eupoecilia ambiguella también ha sido ensayada, pero no se ha desarrollado posteriormente
Control Biotécnico
Aquí se engloban las técnicas que se basan en la utilización de semioquímicos o mediadores químicos en general y de feromonas en particular, para el control directo de plagas (su empleo con fines de seguimiento o prognosis (monitoring) se aborda más adelante). La existencia de las feromonas ya fue presagiada a principios de siglo por FABRE (1904), a raíz de sus experiencias con Saturnia pyri Schiff., hablando de un olor emitido por la hembra que atraía a numerosos machos. La etimología de feromona, según KARLSON y LÜSCHER (1959) se deriva del griego pherein (transportar) y horman (excitar) y son definidas por los mismos autores como sustancias emitidas por un organismo, a menudo mediante una glándula especializada, y que recibidas por un individuo de la misma especie, provocan una reacción específica, un comportamiento particular o un proceso evolutivo. Intervienen en la comunicación a nivel intraespecífico, en oposición a los aleloquímicos, que lo hacen a nivel interespecífico. Estos últimos se dividen usualmente desde un punto de vista ecológico, en alomonas y kairomonas, según provoquen una ventaja en el organismo emisor o receptor de la señal. Según el comportamiento inducido, las feromonas pueden clasificarse en de agregación, de alarma, de dispersión, de marcaje y sexuales.
Son las feromonas sexuales las más profundamente estudiadas y las más interesantes desde el punto de vista aplicado a L. botrana. Pueden ser producidas por los dos sexos, pero en L. botrana sólo se han descrito en la hembra, aunque existen evidencias que señalan su existencia en el macho. Posibilitan la orientación a larga distancia del macho y la localización de la hembra,
Trampeo de masa. El objetivo del método es la concentración de la plaga, mediante el empleo de feromonas, en ciertos emplazamientos donde los insectos son eliminados directamente, mediante insecticidas o capturados en trampas de diferentes diseños. Es especialmente indicado para el control de especies muy dispersas, contra las cuales el control químico es inaplicable. En lo que se refiere a L. botrana recientemente ha sido aplicado en la ex Unión Soviética (PARKHOMENKO y KURBANOVA, 1986) con resultados insuficientes respecto al control insecticida clásico. Una razón que explica la falta de efectividad, es la imposibilidad de disponer una alta densidad de trampas en la superficie a proteger, dado su coste unitario. Asimismo, el gran potencial reproductivo de los machos contribuye a explicar la falta de eficacia del método en L. botrana (TORRES-VILA et al., 1995).
Confusión sexual. El método data de la década de los 60 y fue preconizado por GASTON et al. (1967), por su potencial interés aplicado al control de plagas, derivado del mayor conocimiento y capacidad de síntesis de las feromonas de insectos.
La confusión sexual puede definirse como la perturbación de la atracción sexual de los machos hacia las hembras, provocada por la impregnación del aire de forma homogénea con la feromona específica, difundida a partir de numerosos puntos en el cultivo. La consecuencia es una reducción de la tasa de acoplamientos en la población, que se traduce en generaciones sucesivas, y con un efecto acumulativo, en una fuerte disminución de los efectivos, que permite mantener los daños por debajo de un umbral económicamente aceptable. Ha sido calificado de hiperpreventivo, al actuar no sólo antes de la producción del año, sino incluso antes de su génesis misma. Presenta las ventajas de su inocuidad respecto a la fauna auxiliar, dada su alta especificidad de acción y la eliminación de los residuos de insecticidas. Como contrapartida, requiere que se restablezca un equilibrio ecológico adecuado, para que la fauna auxiliar controle a las plagas secundarias, y el empleo de insecticidas pueda ser suprimido.
La puesta a punto del método de confusión sexual con L. botrana se inició prácticamente tras la síntesis de la feromona y su producción en cantidad suficiente. Las primeras experiencias en laboratorio (ROEHRICH y CARLES, 1977), y en campo (ROEHRICH et al., 1977, 1979; ROEHRICH y CARLES, 1980, 1982), aunque en ocasiones proporcionaron resultados heterogéneos, establecieron los puntos básicos a mejorar para conseguir incrementar la efectividad, fundamentalmente en lo relativo al efecto del diseño, densidad y dosificación de los difusores, zonas de borde, movimiento de adultos, niveles poblacionales a controlar y superficie mínima a proteger. La mejoras técnicas y conocimientos acumulados en los siguientes años, junto con una mejor comprensión del comportamiento reproductor del insecto SCHMITZ (1992), han posibilitado que la efectividad actual sea satisfactoria y al menos análoga a la conseguida con la lucha química (STOCKEL et al., 1992, 1994), observándose además tras un período prolongado de aplicación en campo, su efecto acumulado en el tiempo (pero ver TORRES-VILA et al., 1997a). Las experiencias previas efectuadas en Europa, incluyendo a España, en la que ya ha pasado por una importante fase de experimentación preliminar en varias regiones (cf. VARIOS AUTORES, 1991), ha posibilitado que el método de confusión sexual aplicado a L. botrana se encuentre en fase de homologación.
Control Integrado
La definición de Control Integrado o Manejo Integrado de Plagas (MIP) es tan compleja como su concepto. La FAO lo define (in litt.) como un sistema de manejo de plagas que, en el contexto del ambiente asociado y de las dinámicas de población de las especies plaga, utiliza todas las técnicas y métodos adecuados de una manera lo más compatible posible, y mantiene las poblaciones de la plaga a niveles inferiores de los que producen pérdidas económicas.
Más amplia es la definición de FLINT y van den BOSCH (1981), (in litt.): el Manejo Integrado de Plagas (MIP) es una estrategia de control con base ecológica que se fundamenta en los factores naturales de mortalidad, tales como los enemigos naturales y la meteorología, y que busca tácticas de control que perturben lo menos posible estos factores. El MIP emplea plaguicidas, pero solamente cuando el seguimiento sistemático de las poblaciones de plagas y los factores naturales de control indican su necesidad. Lo idóneo sería que un programa de MIP considerara todas las acciones de control de plagas disponibles, incluyendo la no acción, y evaluara la interacción potencial entre varias tácticas de control, prácticas culturales, meteorología, otras plagas y el cultivo a proteger.
De ambas definiciones surge tanto la necesidad de fijar niveles económicos de daño, como la del seguimiento y prognosis de las poblaciones, para determinar los períodos de riesgo y los momentos de intervención más adecuados.
IVAN FEREIRA
CI:17.579.926
SECCION:B
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